Era el momento de elegir. No parecía una situación cómoda pero sí resultaba sencillo llegar a imaginar cómo podría haberlo sido si todo hubiera sido distinto, si no me hubieran forzado a ello... pero todo queda en un sueño, en la fantasía efímera de un hombre consagrado a Dioniso y sus sátiros, con más alcohol en las venas y cicatrices en su pecho que buenos recuerdos y sentimientos honrados en su vida.
Necio, terco, mezquino, fariseo, obsesionado con mis miedos y mis voces interiores; todo cuanto poseía hasta aquel momento era eso: mi mísera existencia en un plano metafísico y mental en el que ni siquiera estaba seguro de cuál de mis "yos" interiores estaba en cada momento presente en el exterior. Lo único que me importaba en ese momento era el maravilloso y tranquilizador cigarrillo que me estaba fumando mientras tomaba mi elección. ¡Joder, qué bien sabía!.
Durante unos instantes me quedé pensativo, mirando por la ventana a un punto fijo, a una luz que resplandecía y que parecía tener algo mágico, algo espiritual, una respuesta para esta situación. Quizá fue el residuo genético ancestral de mis generaciones pasadas tomando mis pensamientos de una forma completamente salvaje y desbocada por el instinto animal que aún nos domina, o quizá fue aquella puta luz en el horizonte, pero reaccioné, mi ritmo cardíaco se aceleró estrepitosamente de tal manera que mi cuerpo empezó a actuar y a moverse como si no necesitase de un celebro que lo controlara. Puro instinto. Recogí mis cosas y salí de allí dispuesto a recuperar las riendas de mi vida y enfrentarme así a los mismísimos dioses si con ello rompía el subyugo que me atenazaba y recuperaba todo por lo que había luchado...
Necio, terco, mezquino, fariseo, obsesionado con mis miedos y mis voces interiores; todo cuanto poseía hasta aquel momento era eso: mi mísera existencia en un plano metafísico y mental en el que ni siquiera estaba seguro de cuál de mis "yos" interiores estaba en cada momento presente en el exterior. Lo único que me importaba en ese momento era el maravilloso y tranquilizador cigarrillo que me estaba fumando mientras tomaba mi elección. ¡Joder, qué bien sabía!.
Durante unos instantes me quedé pensativo, mirando por la ventana a un punto fijo, a una luz que resplandecía y que parecía tener algo mágico, algo espiritual, una respuesta para esta situación. Quizá fue el residuo genético ancestral de mis generaciones pasadas tomando mis pensamientos de una forma completamente salvaje y desbocada por el instinto animal que aún nos domina, o quizá fue aquella puta luz en el horizonte, pero reaccioné, mi ritmo cardíaco se aceleró estrepitosamente de tal manera que mi cuerpo empezó a actuar y a moverse como si no necesitase de un celebro que lo controlara. Puro instinto. Recogí mis cosas y salí de allí dispuesto a recuperar las riendas de mi vida y enfrentarme así a los mismísimos dioses si con ello rompía el subyugo que me atenazaba y recuperaba todo por lo que había luchado...
¡Oh! que prosa...
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